Sophia

Como siempre, estudiando.
Ensimismada entre números y letras, encerrada en abstracciones.
Asoma la cabeza a la ventana y por el desértico pasillo irrumpen los ojos de su vida.
Tan grandes y almendrados, tan hermosos que le pararon el tiempo y el corazón, como cada vez que los veía.
Nuevamente le arrancó un rubor de esas pálidas mejillas de las que la vida se iba, pero con una mirada de esos vidrios, que parecían seleccionados por los mismísimos dioses para ponerlos en el rostro de ese querubín, ángel de niño con la sombra de un hombre en la cara.
Era Ed, con sus ojos clavados en los de Sophía por un suspiro, que parecía un siglo.
Sonrió y sus pómulos como duraznos aterciopelados casi se juntaban con esos maravillosos luceros.
Las mejillas de Sophia estaban a punto de estallar.
Era simplemente perfecto.
Ella con su ilusión y su Ed idealizado, hecho un semidios.
Ed, simplemente seguía su camino.
Si por lo menos mirara atrás, podría encontrar un amor que se muere por amar...